Nuestra Historia

Los terrenos en los que se emplaza Viña Santa Berta, se ubican en la puerta de entrada al reconocido Valle del Itata en la región vitivinícola del sur de Chile, a 8 kilómetros al sur de Chillán, en la comuna de San Nicolás.

El fundo Santa Berta de Millapel, comienza su historia vitivinícola en el siglo XIX. En ese entonces, las uvas Pais, Moscatel y Cinsault, surgían de los fundos “Cocharcas”, “El Chasco” y “Santa Laura”. Con el correr de los años la producción de la viña y sus vinos fue cambiando de propietarios, hasta terminar en propiedad de Don Pedro Pablo Medel Mercado, quien se instaló en el Valle del Itata hasta su fallecimiento en 1938.

Con el fallecimiento de Medel, las uvas comenzaron a desaparecer en la tierra y debieron pasar casi 70 años para que la familia Errázuriz Domínguez, en 1997, decidiera hacer germinar nuevamente una vid. Esta vez, bajo un nuevo nombre, cultivando nuevas cepas e implementando tecnología de punta a sus bodegas centenarias.

 

Actualmente, viña Santa Berta, invita a recorrer los pasillos históricos de una casa patronal que conserva su esencia colonial, contando con una capilla abierta a la comunidad que ayuda a mantener vivos los recuerdos de las distintas cepas que han existido en el lugar desde 1900, pero que hoy, rejuvenecen con vides de Merlot, Pinot Noir, Chardonnay, Riesling, entre otros.

Nuestros viñedos se distribuyen en 2 terrazas aluviales con características muy propias cada una de ellas, generando un terroir especial para cada cepa. Ambas terrazas, fuertemente influenciadas por las frescas brisas del rio Ñuble (colindante al viñedo y afluente del rio Itata), permiten una oscilación térmica cercana a los 25°C, ideal parta la maduración de una amplia variedad de cepas blancas y tintas.

Actualmente, Viña Santa Berta cuenta con plantaciones de Merlot, Pinot Noir, Malbec, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Riesling, Pinot Gris, entre otras.

 

La producción de vinos se realiza en nuestras propias bodegas, las cuales fueron restauradas, a lo largo de 5 años, para lograr un equilibrio entre nuevas tecnologías y arquitectura tradicional.

Entre muros de adobe se abrigan barricas de crianza y guarda que, junto a toneles y cubas de fermentación de roble francés, reciben a los vinos para su óptima maduración en un ambiente de temperatura estable dado por los 80 centímetros de espesor y 8 metros de alto de sus murallas.

Estas bodegas, que entregan su esencia a los vinos, datan del año 1900, sin embargo, se fortalecen con la integración de nuevas tecnologías que ayudan a conservar la tradición sin perder de vista la innovación necesaria para crear vinos cada vez de mayor calidad.

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